jueves, 6 de marzo de 2014

La investigación académica sobre las actitudes profesionales de los periodistas. Una descripción del estado de la cuestión

Ser objetivo, atenerse a los hechos o mostrarse aséptico, han sido los rasgos que han definido el buen ejercicio de la profesión periodística hasta las últimas décadas de este sigo. Sin embargo, varios estudios realizados en España a este respecto muestran una común paradoja que bien merece el análisis y el esfuerzo de la investigación. Los periodistas siguen suscribiendo el principio de objetividad, pero reconocen que es imposible llevarlo a la práctica. Hay cierta distancia entre lo que los periodistas conciben que es la objetividad y lo que en realidad practican. Se ha generalizado la percepción profesional de que el periodista no se limita a contar lo que sucede pues, al contarlo, aporta además su punto de vista. Se comprueba también que los periodistas tienden a buscar la representación de las distintas voces de un conflicto; los periodistas asumen además otras funciones del periodismo que implican una negación de la neutralidad, y que ponen entre interrogantes la imagen del periodista-espejo de la realidad.

Esta confusión, pone de manifiesto que hay algunas cuestiones sobre la profesión periodística que aún están por resolver; ¿Qué es el periodista y cuál es su función en la sociedad? ¿Existe un acuerdo común, al menos entre quienes la practican, de la definición de esta profesión? ¿Cómo se ve el periodista a sí mismo? ¿En qué medida los contenidos de las informaciones están influidos por lo que el periodista cree que es su papel? ¿Cuál es el contexto cultural y social en el que los periodistas buscan informaciones y elaboran noticias que finalmente se publican o emiten?

El contexto teórico-normativo de las actitudes profesionales

¿Qué debe hacer un periodista? ¿Cuál es su función en la sociedad?

Teoría liberal y teoría de responsabilidad social. La teoría libera, se encuadra en el liberalismo económico clásico propugnado por Adam Smith que consideraba que el Estado no debe intervenir en absoluto en el control de la prensa, con el fin de que pueda haber un "mercado libre de ideas". Concibe la prensa como el Cuarto Estado o el Cuarto Poder, al que le corresponde controlar y corregir los abusos de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Por otra parte, la teoría de responsabilidad social, aparece después de la segunda Guerra Mundial, con la creación, en los Estados Unidos, de la Comisión de la Libertad de Prensa, denominada Comisión Hutchins. Sugería una mayor intervención del Estado en el control de la información con el fin de que, se asegure también la responsabilidad de la misma. Las funciones que bajo esta concepción se atribuyen a la prensa son la de servir al poder político, de la ilustrar al ciudadano para que sea capaz de autogobernarse, la de entretener y la de servir a la economía.

Lambeth, considera que la investigación realizada se queda corta por carecer de una formulación positiva sobre la ética periodística; una formulación que sea rica conceptualmente al mismo tiempo que útil para la práctica del periodismo.

Actitud profesional y profesión periodística

¿A qué tipo de actitud profesional nos estamos refiriendo cuando hablamos de profesión periodística? ¿Qué se entiende por profesionalidad en el mundo de la comunicación? 

La investigación académica carece aún de una definición clara y preciosa de profesionalidad en el ámbito de la comunicación. La profesión periodística sólo puede ser definida en su propio quehacer, siempre rápido, innovador y difícil de codificar. 

Jack Mc Leod y Searle Hawley identificaron que hay profesionalidad cuando la motivación es ajena a la satisfacción individual personal, es decir, cuando lo que se busca no es propio provecho sino el bien de la comunidad. Las motivaciones que denotan profesionalidad son, el considerar que el periodismo es un trabajo de gran trascendencia social, en el que se puede poner en práctica las propias habilidades y conocimientos. Es buen profesional entonces el que no ambiciona nada personal ni pragmático.

Windhal y Rosengren trataron de perfeccionar el índice de profesionalidad en la sugerencia de tomar profesión aquella actividad en la que hay normas universalmente aceptadas; en la que se da elevada importancia a la experiencia; en la que las relaciones con los clientes se caracterizan por la neutralidad afectiva; y en la que se busca interés del cliente más que del propio profesional. El "status" profesional no es algo que se adquiere por inscripción sino por la práctica, y sugieren tomar en consideración otras variables como la formación, conocimientos específicos, autonomía en el ejercicio profesional, una determinada organización y, por último, una relación con el cliente entendida como una relación de servicio.

Splichal y Sparks argumentan que en la profesión periodística es preciso tener en cuenta otras características además de los indicadores clásicos de asociacionismo y lectura de publicaciones especializadas. Afirman estos autores, tiene una serie de matices diferenciales que tienen que ver con la distancia que se presenta entre lo que el periodista quisiera hacer y lo que el periodista realmente puede hacer.

Las tipologías de las actitudes profesionales

Era, esta primera, una clasificación muy básica y sencilla. El periodista puede ser neutral -cuando se limita a informar sólo que se ve- o participativo -cuando incluye matices y características que van más allá de lo que se ve-.

El periodista neutral no participa, en el sentido de que no interviene tomando postura en aquello que cuenta. El participativo es activo en el sentido de que decide investigar los datos, especialmente cuanto éstos se refieren a informaciones emitidas por organismos oficiales. 

Se proponía la neutralidad como máxima. Weaver y Wilhoit afirman que "dar información al público con rapidez" no significa ser necesariamente neutral o que, por ejemplo, "dar información sobre el gobierno", que Johnstone hubiera calificado de participativo no necesariamente significa estar de acuerdo con él. Llegan a la conclusión a la tipología que había ofrecido Johnstone, y sugieren la siguiente clasificación. Periodista adversario es aquél que considera que su función consiste en controlar al poder político, distanciándose con escepticismo de las fuentes oficiales, particularmente del gobierno y de los poderes económicos, e investigando al respecto. Periodista difusor de información es aquél que concibe que su papel es distribuir información con rapidez y al mayor número posible de gente. Por último, periodista intérprete es el que considera que ha de analizar e interpretar la información que da, particularmente cuando esa información hace referencia a los problemas públicos. Esta clasificación de Weaver y Wilhoit no es radical en torno al principio de objetividad, e incluso éste ya no aparece implícito. Pero deja algunas preguntas planteadas: ¿qué es interpretar a diferencia de opinar? ¿Qué es interpretar a diferencia de analizar? ¿Puede el periodista interpretar sin que en esa interpretación quede proyectado su punto de vista? ¿Implica ser difusor ser también neutral? Y de modo más radical, ¿puede realmente el periodista ser natural?

Canel, Sánchez-Aranda y Rodríguez-Andrés tratan de completar esta topología sugiriendo cuatro etiquetas para las actitudes profesionales. Estos autores sugieren llamar al intérprete analista y añaden una etiqueta, la del abogado, para designar al periodista que considera que, en su quehacer informativo tiene importancia promover determinados valores e ideas. La tipología que sugieren a este respecto Donsbach y Patterson trata de abordar dos dimensiones. En primero lugar, respecto a la autonomía que el periodista tiene como actor político, el comunicador puede ser pasivo o activo. El pasivo es transmisor aséptico en cuanto que hace de espejo de la realidad, limitándose a dar conocer lo que ve. Este periodista pasivo, cuando trata política, confía en las fuentes oficiales haciendo de altavoz de las mismas. El activo tiene iniciativa, investiga, no confía rutinariamente en las fuentes oficiales, es adversario y vigilante del poder.

En segundo lugar, respecto a la toma de postura del periodista como actor político, éste puede ser neutral o abogado. Neutral es el que se limita a dar los datos tal y como los ve, recogiendo declaraciones de todos los puntos de vista, no es crítico ni apoya al gobierno. El periodista abogado es que aboga por una serie de ideas, ideologías, políticas o programas. De la combinación de estas dos dimensiones surge la siguiente tipología; el periodista pasivo-neutral es espejo de la realidad, su cobertura es eminentemente fáctica, de datos. El periodista pasivo-abogado es el periodista que trabaja para un partido político: aboga por una causa pero sin iniciativa propia, sino a distancias de lo que el partido necesita y le pide. El activo-neutral es crítico, adversario, vigilante, escéptico, partidario de la concepción de la prensa como Cuarto Poder, y el activo-abogado es ideólogo e interpreta los datos con la intención de proyectar sobre ellos un punto de vista.

Por último Blumber y Gurevitch entienden que el periodista puede ser pragmático o servil. Pragmático es el que considera que no toda información oficial es noticia, implica una actitud analítica, una reactiva e implica añadir a la información oficial valores periodísticos que atraigan a la audiencia. 

El periodista servil es el que considera que los medios de comunicación han de ejercer el servicio público de dar a conocer lo que hace la autoridad política, toda información oficial es noticia, entiende que debe servir al político transmitiendo el mensaje de éste de forma limpia y libre de interpretaciones.

Las influencias "en" las actitudes profesionales

Etzioni afirma que en la profesionalización hay que distinguir lo que él llama el proceso de selectividad y el proceso de socialización. El primero es la selección básica es personal que se hace conforme al nivel de conocimientos que se tiene de la profesión. El segundo, la socialización, hace referencia a la adquisición de las habilidades que se requieren para poder cumplir satisfactoriamente con un determinado trabajo. 

La socialización consiste en la adquisición de habilidades y conocimientos técnicos y como socialización expresa, que tiene que ver más con una serie de valores específicos, éticas y normas profesionales. Esta socialización expresa se desarrolla al recibir orientaciones que informan la conducta profesional y generan un sentido de colegialidad, es decir, de identidad corporativa respecto a lo que la organización hace y busca.

Windahl y Rosengren sugirieron la distinción de dos niveles: por una parte, lo que consideraron variables de actitudes individuales y, por otra, las variables estructurales que están más relacionadas con el proceso colectivo de socialización de la redacción en la que se trabaja. Shoemaker y Reese identificaron varios niveles, de mediación: el individual, el organizacional, las rutinas periodísticas, los elementos externos al medio y la ideología. 

La profesión periodística tiene un profundo carácter colectivo, y en ella la socialización con los colegas de la redacción así como las exigencias de la organización son muy influyentes. En todos los niveles hay elementos que predicen las actitudes profesionales. La influencia de la edad, de las creencias o de los valores de los periodistas no es anulada por la redacción en la que se trabaja. Como argumenta Splichal, el proceso de profesionalización debe ser considerado como algo tanto individual como colectivo.

Las influencias "de" las actitudes profesionales en los contenidos

Las actitudes profesionales influyen en la práctica profesional. Es decir, las noticias varían según la concepción que los periodistas tengan de su propio papel. ¿Cómo detectar los encuadres de las informaciones? Precisamente porque constituyen algo sutil, identificar aquellos enfoques con que los periodistas proyectan las informaciones es algo complejo.

Hacia una perspectiva simbólica para el estudio de la relación entre periodista y contenido de las informaciones

El periodista no es un ser aséptico que recoge datos para transferirlos tal cual a su audiencia; por el contrario, es una persona que "relata" y, al relatar, "interviene" con todas sus circunstancias. Estas circunstancias se fusionan en una particular combinación para originar formas de comprender el mundo, plasmadas en informaciones concretas. 

First trata de afrontar esta disyuntiva al explicar que los medios de comunicación son, un componente fundamental de la realidad simbólica, del mismo modo que en otros tiempos lo fueron las narraciones literarias o los lienzos. Actualmente, la percepción de la realidad pasa por la percepción mediática que afecta a cómo los individuos interpretan las experiencias objetiva y simbólica. Por una parte, los periodistas construyen significados; y por otra, la opinión pública es parte del proceso por el que los periodistas desarrollan esos significados.

Los nuevos formatos de los medios de comunicación alteran las relaciones de las personas con lo real, la comunicación, se refiere a una unión de prácticas, formas, relaciones, y tecnologías de representación con las que construir definiciones de la realidad. La comunicación queda definida entonces como un "proceso de mediación que incluye esquemas interpretativos y organizacionales inmersos en formatos específicos.

La perspectiva simbólica de los contenidos de los medios de comunicación, permite analizar adecuadamente la relación entre actitudes profesionales y las noticias. Suponer un intento de superación del fraccionamiento del trabajo periodístico en un nivel individual por un lado y organizativo por otro; segmentación sin duda de interés para el análisis científico, pero algo alejada de la realidad profesional, donde se demuestra que en un nivel y otro se solapan y entremezclan continuamente. Un periodista que piensa que los ciudadanos le han encomendado la misión de establecerse como un "perro guardián" de las instituciones tenderá a informar de ellas de modo crítico y a erigirse como juez de su funcionamiento, puesto que esto es lo que denota el símbolo "perro guardián". El fin que persiguen los periodistas es que su información esté sopesada, garantizada, avalada o sancionada por una figura que aporte confianza a la audiencia. 

Entre la audiencia y el periodista hay como un guiño cultural por el que tanto uno como otra aceptan una determinada fuente como verificadora de los contenidos. La fuente se configura como el símbolo de la certeza. Encontramos también elementos simbólicos en el lenguaje así como en el estilo narrativo que utiliza el periodista, puesto que éste tiende a referirse a códigos, convenciones y esquemas sociales, identificados como representacionales.

En el nivel organizativo, desde esta perspectiva simbólica la redacción es vista como un proceso de retroalimentaciones continuas entre los periodistas que en ella trabajan. Con las rutinas profesionales los periodistas se enfrentan a situaciones creadas por otros a las que tienen que amoldar sus actos, por que participan de modelos de conducta que ellos mismos no han creado, al menos en su totalidad.

Entre el periodista y la audiencia se produce también una interacción simbólica que influye en los contenidos de las noticias.


Autores del texto original: María José Canel y Teresa Sábada.


Opinión Personal

Se considera que la guía no es lo suficientemente explicativa, menciona a tantos autores con tantas perspectivas distintas que deja inconclusas y sin respuesta las preguntas planteadas, dificultando así el entendimiento y el aprendizaje por parte del lector.

Personalmente, se cree que es bastante confusa y que no deja nada claro, además insistimos en que no concluye nada, esto conlleva a un vacío de aprendizaje respecto al tema, es decir, no se entiende de ninguna manera a qué llegan los autores. Además, creemos que no habla en su totalidad de la objetividad, si bien trata asuntos referentes al periodismo no se enfoca en esa parte, que para nosotros, es la fundamental de él.

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